Crear en la expansión
Al desprenderse de las artes aplicadas y hacer camino propio, las artes textiles adquieren nuevos compromisos. La tradición varias veces milenaria de estas artes basada en el tejido se prolonga sin modificaciones sustanciales hasta ya entrado el siglo actual. Para un artista conservador como Jean Lurcat “la tapicería no es mes que un cartón (boceto) que se entrega a los “lissiers” para su ejecución; es la idea que corresponde al concepto del tapiz como una manera de “traducir” dibujos y pinturas al ámbito de los tejidos, como el famosos Aubusson. Pero el medio no tardó en experimentar grandes sacudidas, y materializó en pocos años una extraordinaria revolución de conceptos y de lenguajes. Dejaría de ser “soporte” para decoraciones impuestas, para convertirse en el verdadero protagonista de una nueva y revolucionaria proposición artística.
Con estas nuevas inquietudes, la tapicería adquiere posibilidades y opciones que antes no habían sido siquiera consideradas. No se trata de desprenderse de las funciones sociales y culturales que toda forma artística guarda respecto a la sociedad y época donde opera; por el contrario, la tapicería actualiza su papel para los requerimientos y condiciones de una nueva era. El tejido nace con las primeras formas de organización humana. Está en las culturales primordiales, como las del antiguo Perú y en muchas culturas de la América del Norte, África, Asia y Oceanía, como parte de un experiencia cuyo sentido profundo y solidaria es cobijar la cotidianidad humana, dar exaltación a las creencias, anudar relaciones con la naturaleza y significar de algún modo la trascendencia personal y comunitaria a través del gesto de crear, crecer, integrar y representar.
Alvaro Gómez nos brinda con sus proposiciones abiertas y llenas de posibilidades, la oportunidad de establecer un verdadero redescubrimiento de los poderes de estas artes textiles cuya nomenclatura se vuelve crítica, porque cada nombre que se les pueda atribuir se vuelve pronto una forma de limitación. Cuando vemos obras de artistas jóvenes y talentosos como Alvaro Gómez y de las grandes figuras que han abierto de par en par los alcances de este medio, sentimos por el contrario que la tapicería es hoy poi hoy uno de los lenguajes creadores contemporáneos de mayores oportunidades. Podríamos en este sentido, relacionar las búsquedas de Gómez con alternativas que se ofrecen al medio; dinamos que por ejemplo Gómez de la pintura explora en otros alcances el sentido del arte constructivista, cuando desarrolla la trama abierta y la hace sensible a los efectos visuales, como el “moire” y las transparencias estructurales. De la escultura puede participar con la formulación de volúmenes y relaciones internas, vinculantes, que sitúan la entidad artística en tres o cuatro dimensiones. Pero su mayor interés va sin dudas al desbordamiento del medio en el espacio, de una manera franca, entusiasta, casi luminosa; su obra adquiere en este aspecto proposiciones planimétricas, proyectos espaciales que flotan y evolucionan libremente en el aire, planteamientos ligados a las posibilidades de integración y cooperación de las artes textiles con la arquitectura interior, en busca de una creación ambiental conjunta, total y envolvente. Como Shila Hicks en los Estados Unidos, Olga de Amaral en Colombia, Magdalena Abakanowics en Polonia y Elsis Giauque de Suiza, entre algunos otros, Alvaro Gómez está interpretando alcances que apenas se habían presentido antes de la segunda guerra mundial, y que después de ésta van gradualmente alcanzando una importancia fundamental en la investigación artística contemporánea. Es desde luego un artista mucho más joven y su obra vive un momento de expansión y reconocimiento de poderes, que tiene el entusiasmo y la exaltación de un aleluya. En este sentido se aparta de las creaciones organicistas como las de Grau Garriga y sus seguidores, que buscaron ancestros, derivaciones telúricas y formas de sugerencias entrañables, pero siguieron atando la tapicería al muro y a conceptos más hieráticos. Gómez vive su pasión por el asombro de descubrir, trabaja en materiales que por siglos estuvieron dormidos y sumergidos por cargas ajenas, y con ellos busca la mañana fresca de los nuevos destinos. Consigue dentro de sí el ordenamiento riguroso del oficio, sin perder la libertad de diferir, alternar, arriesgar en nuevas oportunidades. Crear parece ser en este caso una forma primaria de la fe constitutiva que acompaña a todo hombre, y que nos hace creer que j habrá una mañana y un suelo para comenzar. Su obra es desdoblamiento. Sugiere, no impone.
Tiene bases firmes, pero aspira a lo no previsto. Es digna por que es respetuosa y aún devota a los materiales que impone de manera desnuda y directa, pero se desprende de toda sujeción y deja correr impetuosa la imaginación en la aventura de cada nuevo trabajo.
Roberto Guevara